La Torre de Papá… ¡en la Travesía Arsenio Iglesias!

La Torre de Papá… ¡en la Travesía Arsenio Iglesias!

¡Guau, qué lujazo!


Mal pensaba yo hace doce años, cuando hice esta foto que adjunto –sí, foto, aunque no lo parezca—, que aquel humilde pasadizo que comunicaba el Paseo de la Habana con Manuel Murguía, en el cual se levantaba imponente la Torre de Papá… perdón, la Torre de Maratón, se iba a convertir en la calle –bueno, travesía— más querida de A Coruña. Pues sí, señoras y señores, qué mejor ubicación que esa, cuya Torre preside orgullosa la curva con más moral, más animadora y más creyente del Estadio de Riazor. Hay que reconocer que nuestra amada alcaldesa, cuando se pone, lo hace genial. Al césar lo que es del césar. Cualquier día de estos la vemos de ministra –o algo más, que a lo mejor queda una vacante—, y si no, al tiempo.


¿Por qué titulé la foto como La Torre de Papá? Pues resulta que mi padre era socio del Depor, ¿y dónde estaba su ubicación? Exacto, en Maratón. Bueno, en su cargo –en el de mi papi, digo— he de confesar que –según contaba mi mami—también era socio del Celta. Muy barato debía de ser en los años sesenta ser socio de un equipo de fútbol, digo yo. Pero lo que sí es cierto –y a mí me llena de orgullo y satisfacción— es que con ello demostraba que se podía estar al plato y a las tajadas, poner una vela a dios y otra al diablo, tener el corazón partío y que la alianza de civilizaciones y la paz mundial, aunque dificilérrimas, no son imposibles. Así he salido yo de tolerante, señoras y señores. ¿Qué les parece? Pues eso, que hay que predicar con el ejemplo.

 

 

La foto en cuestión…


La Torre de Papá se publicó en Facebook el 22 de abril del 2012 –xa choveu…— y suscitó los comentarios que les adjunto a continuación, porque a mí me han hecho reír un rato. Espero que a ustedes también. Ahí van:

 

VERBIGRACIA La Torre de Papu00e1u2026 u00a1en la Travesu00eda Arsenio Iglesias!
 


El gallego “total”


Las buenas personas se merecen una travesía, una plaza –mejor si es de abastos— un monumento, un estadio de fútbol o incluso un aeropuerto, si me apuran. Y si son buenas personas y gallegas, más todavía, ¡qué carallo! Que Arsenio fue un gallego “total” no le cabe duda a nadie; no hay mejor verbigracia que su legendaria retranca y su parsimonia, entendida como la mesura y la templanza del sabio. Nunca se avergonzó de sus orígenes y nunca trató de esconderlos. ¿Por qué había de hacerlo? Los gallegos somos gente positivamente peculiar y nuestro acento y filosofía de vida son bonitos y dignos de pregonar a los cuatro vientos. En el mundo del fútbol hay algún ejemplo más, por supuesto, ¿quién no recuerda al fallecido Luis Suárez con su acento gallegocoruñés después de haber vivido más de media vida en Italia? ¿Se avergonzaba? ¡Nooo, estaba orgulloso y lo cascaba cada vez que tenía ocasión! Personas como ellos son los que nos hacen perder los complejos a todos los que, en cuanto cruzamos el Telón del Grelo –o sea, Pedrafita—, se nos pone acento de, ossea, castejano de la capital. ¡Mira que somos tontos, pordió!


Pero no hace falta ir tan lejos. Entre nosotros también los habemos un poquito esnobs de más, por no decir pailanes. Les cuento… Resulta que mi familia vivió en una hermosérrima población de las Rías Baixas durante trece años, diez de los cuales –los que tenía— compartió mi hija con nosotros. De allí nos fuimos a vivir a la capital del Reino y, vayapordió, en el cole se burlaban de la niña porque tenía… ¡acento gallego!, miren ustedes qué atrocidad. Ahí me tocó hacer de mamá psicóloga para meterle en la cabeza a la criatura que, si fuese andaluza, tendría acento andaluz y si fuese catalana, tendría acento catalán. Así pues, que les dijese a sus compañeras que eran unas pailanas y unas incultas por no saber hablar con propiedad. Gracias a dios, se lo creyó. Y hasta hoy.

 

 

Papá, te presento a Arsenio


Ay, caray, que ya me he enrollado otra vez. Pues nada, volvemos al tema de la Travesía Arsenio Iglesias. Es muy posible que mi padre conociese a Arsenio como jugador –desde la grada de Maratón, claro—, pero estoy segura de que, si se hubiesen conocido personalmente, se hubiesen caído bien. De modo que… “Don Arsenio, le presento a Papá. Papá, te presento a don Arsenio”. A lo que don Arsenio con toda seguridad sentenciaría: “Don Papá, tiene usted una hija maravillosérrima. Que lo sepa”. Y Papá le contestaría: “Don Arsenio, no sabe usted cuánta razón tiene. Por cierto, muchísimas felicidades por su futura travesía”. Y se darían un abrazo y serían amigos para siempre.

 

 

 

 

La Torre de Papá… ¡en la Travesía Arsenio Iglesias!

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