Ombligos y universos

La actualidad invita a la amarga y aburrida contemplación e interpretación de una sociedad, la vasca, atrapada entre la sabiniana alegoría conservadora de la caverna y el de su variante marxista, la de la taberna. Dos lóbregas simas, producto de dos idénticas formas de interpretar el mundo, primero desde la mera apariencia de ese desfile de sombras que es para ellos la realidad y después desde el imperativo dogmático que les marca el mito que encadena su ser y conmueve su entender.


Podía, digo, pero, es abril, late, en el pulso del alma, la primavera, y en el corazón, ese próximo 25, día de celebración en el calendario de las revoluciones. Esa que fue capaz sacar de la caverna dictatorial a todo un pueblo que se hallaba preso de una concepción autoritaria, la del Estado Novo, nacionalista y corporativista, al modo de Salazar, para incorporarse a la tarea democrática de la mano del mismo ejército que un día lo apoyara. Todo un ejemplo que no puede ser empañado por esta crónica insistencia en la diferencia, la queja, la insolidaridad.


Dice Zeca Alfonso: “Grândola, vila morena/Terra da fraternidade/O povo é quem máis ordena/Em cada esquina um amigo/em cada rosto igualdade”.


Claveles y versos para un sueño de libertad, solidaridad y fraternidad, que aún hoy alienta los fanales del futuro de este pueblo que ha escrito una de las páginas más  brillantes de esta Europa conservadora y exquisita en el arte de la indiferencia.

 

Ombligos y universos

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